Amor, cuando te acaricio
mis dedos satisfacen su lengua de dulzura
Pero también te recorro
como al agua y su límpido cristal.
Mis ojos de soslayo no resisten la tentación
de tu mirada centaura y tu luz de linterna
que robe una noche solitaria en la cama.
Es en ti la tierra te habita y se ensancha,
las multiplicadas ramas de los alerces
reconocen tus labios derivados del verde.
En ti hallo los fríos más tropicales
Cuando desando la arena de tu piel candente.
El pecho de la tórtola amante
y las hebras espesas del cañaveral florecido.
Al recibirme como a la luna
cuando parpadea su luz de calma,
entrego vencida mi patria a tus territorios de atalaya
y me acoges con la suavidad del guijarro pulido
y el beso profundo de tu patria abrasadora,
con el aroma del cereal tostado en la tarde,
en el fuego de tu beso
donde los bosques son tu reino.