Otra vez la suerte se ríe en mi cara. Me señala con su largo dedo de pianista, coronado por una uña larguísima pintada de un rojo furioso, y me dice VOS. Nuevamente he sido seleccionada entre tantos y tantos seres, para ser objeto de su mofa, su burla. Para ser el blanco de su descarga irónica.
Su humor es retorcido, cruel. No puede haber tanta animosidad ni tanta saña. Me muestra la meta, me deja espiarla, casi olerla, atesorarla, imaginarla. Y cuando casi esta ahí, cuando casi la toco se interpone burlonamente y me lo impide.
El jueves comenzaron las obras para devolvernos el gas que hemos perdido en una fatídica noche de invierno, de hace nueve meses. Ello fue gracias a la intervención de una flor… Margarita.
De todos los gasistas matriculados que hay en Buenos Aires, a nosotros nos tocó... ¿cómo decirlo? No sé, mejor recurro al concepto vertidos por Dany que seguramente va a dar un panorama más acabado del estado de situación. Mi consorte dijo sobre el referido profesional: Yo creía que este gasista era tonto, pero ahora estoy seguro de que es estúpido. Otros vecinos e incluso yo misma, lo definimos con palabras impublicables.
Para que juzguen ustedes mismos la falta de habilidad del mentado matriculado, hágoles una sucinta reseña de los hechos:
Jueves: Comenzó la obra a las 9:10 de la mañana, 40 minutos después, con la agujereadora había perforado un caño de agua, por lo que estuvimos dos días sin el líquido elemento. ¿Alguien podría explicarme como se puede dejar un edificio sin agua cuando se viene a instalar el gas? Es decir que de cuatro servicios no contábamos con dos, en realidad con tres, por que a la noche se nos corto la luz. ¿Ven lo que les digo?
Viernes: Se disponía a instalar los caños en la pared contraria a la que debía instalarlos.
Sábado: Nos fuimos desde la mañana. Al volver por la noche, cuando abrimos la puerta lo primero que vinos fue un caño de gas diciéndonos: "Hola, ¿cómo están? Disculpen que no me corra pero me amuraron acá, obstruyéndoles el paso. La segunda imagen fue aun más shockeante, porque en lugar de pasar el caño (que quedo obstruyendo la entrada) y amurarlo a la pared sobre la puerta de entrada, este genio gaseoso lo dejó suelto. Para que se den una idea, queda como un arco, pero rectangular. Allí esta él, suelto, libre, erigiéndose como un faro de mal gusto, o la atrevida instalación de un provocador artista plástico, sobre nuestras cabezas.
Se me han ocurrido varias ideas para que el caño sea parte fundamental en nuestras vidas. Por ejemplo: poner un cartel que de un lado diga ¡Bienvenidos!, y del otro ¡Vuelvan Pronto!. Si agregara otro caño, podríamos contar con una suerte de barras paralelas asimétricas, de esa manera podríamos hacer un poco de ejercicio que nunca viene mal. Tengo algunas otras ideas, pero tengo mis límites.
En fin, por ahora sigo sin gas, y contando los días para que ese maravilloso combustible pueda correr libre por mis caños.