A medida que la tecnología avanza, me cuesta más y más entender como funcionan las cosas. Mi traba no es saber como se las utiliza, en ese sentido soy bastante arrojada, es sólo cuestión de apretar aquí y allá y ver lo que pasa.
Lo que no entiendo o me cuesta internalizar es su funcionamiento intrínseco. Por más que piense y le dé vueltas al asunto, no hay manera. Soy incapaz de imaginar o entender cual es el sistema que las hace funcionar.
Cuando era chica todo era más simple, incluso la tecnología. En aquellos días, los cambios no eran tan vertiginosos, nada variaba ni mutaba de la manera que lo hace hoy en día. Por eso me era mucho más sencillo imaginar su funcionamiento. Siempre partía de la misma base, la premisa era que dentro de todo artefacto vivían una especie de pequeños duendes. Ellos eran los encargados y responsables de que todo funcionara a la perfección.
Imaginaba que dentro del objeto en cuestión había una especie de ciudad industrial. Vivían allí familias completas, diminutas, cada uno tenía su función. Pero no por ello dejaban de divertirse, ni de ir al colegio, ni al médico. No, para nada. En las pequeñas ciudades que mi imaginación construía dentro de cada electrodoméstico había de todo, escaleras mecánicas, ascensores, máquinas de sacar fotos, filmadoras, calesitas, cines, teatros, negocios, galerías y rascacielos.
Se me complicaba un poco con el sol, la vegetación, el aire, las montañas, los ríos, el cielo, las noches y los días. Pero supongo que ellos lo suplirían de algún modo. Mi imaginación fue muy estimulada con cuentos desde mis primeros meses de vida, pero, aparentemente tenía sus límites. Eso sí, en estas comunidades todos eran felices, organizados, las calles eran limpias, no había problemas de tránsito, todos vivían en paz y armonía, haciendo su trabajo con alegría.
Mis pequeños duendes, eran nómades, así que cuando el electrodoméstico o aquel objeto en el que vivían y trabajaban se descomponía, se mudaban a uno nuevo, más moderno, más lindo y espacioso, después de todo se lo habían ganado por haber trabajado con ahínco.
Con el tiempo, esta me pareció una idea bastante simple y por demás absurda, así que empecé a buscar otros horizontes. Pero las explicaciones que me daba a mí misma no eran del todo claras y distaban mucho de tener cierto rigor científico.
Igualmente no me resigno, y sigo en la búsqueda incesante de una verdad intrínseca, una verdad que no encierre una explicación mágica ni sino real. Algún día voy a encontrarla, y a entenderla... ¿no?
Besooo.
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