Como siempre lo digo: no hay mejor tiempo que el presente. Con más razón, si el presente nos encuentra con tantos, tantísimos avances tecnológicos que se modifican y superan día a día.
Ser adolescente en estos días es tal vez un poco más llevadero que en mis épocas, por varias razones. Una de ellas sería poder darle a mis abnegados padres una explicación analógicamente plausible de como me estaba yendo en el colegio, y por que.
Casi a fines del siglo pasado, cuando era una adolescente y cursaba mis estudios secundario, hacía casi lo mismo que hacen ahora los clubes de fútbol. Trataba de estudiar lo menos posible durante el año, aunque casi al final hacia un esfuerzo sobrehumano poniéndome con todas las luces para tratar de llevarme , o, como se decía por aquellos días, que me manden, en la menor cantidad de materias posibles.
Esta táctica, muy en boga, no era una tarea sencilla. La lógica adulta opera de manera diferente a la adolescente, en esos días pensabas que el 10 salvador era posible. El razonamiento era el siguiente: está bien, no te lo habías sacado al principio cuando los temas eran fáciles, por que no habías puesto el suficiente ahinco. Pero ahora, era diferente, tenías las ganas de no estar estudiando todo el verano, tenías la fuerza para sostener la lucha, el temple para tratar de no llevarte 8 materias (en el mejor de los casos). Lo intentabas todo, al igual un malabarista intenta mantener en el aire sus malabares.
Ahora con el cristal de los años lo veo todo por primera vez, y la claridad acude a mi mente como un latigazo. Ese era un plan condenado al fracaso, algo imposible, irrealizable. No había Santo, nudo en el pañuelo, cábala, vela o promesa que lo revirtiera.
En cambio ¡que fácil hubiera sido dar las explicaciones pertinentes a mis progenitores en la actualidad! Cuan diferente era darlas otrora, tener que explicar el desastre, el oprobio, los promedios que no daban y el porqué no daban (desarrolle), las centésimas insuficientes, dar esos aburridos detalles que nada aportaban a la cuestión de fondo.
Utilizando la analogía del sistema promocionístico todo hubiera sido más simple. Yo no me llevaba materias, sino que simplemente estaba en zona de promoción. Si no las aprobaba, no iba a repetir el año sino que simplemente iba descender de categoría quedándome otro año en el mismo curso. Cuestión que probablemente se revertiría al año siguiente.
No van a negarme que es una explicación mucho más preciosista, amable, pedagógica y, sobre todo, menos cruenta. No es lo mismo decirle a un chico vas a zona de promoción, que "Burro, ponete a estudiar por que sino vas a repetir".
Ahora nada puede modificarse, la zona de promoción llegó tarde a mi vida o yo nací muy temprano. En fin, se hace lo que se puede y lo que no, se compra hecho.
Besooo.
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