Era un bello y soleado domingo de invierno, uno de esos días que presagian la inminencia de la primavera. Me desperté un poco más tarde que de costumbre, prendí la tele, fuí a preparar el desayuno y lo tomé, mirando como ellos lo hacían.
Tomé valor y decidí terminar con mi fiaca dominguera. Me dije: "No puedo seguir acá. ¡Arriba! Si ellos lo están haciendo no puedo ser menos, tengo que hacerlo yo también". Y fue así como emprendí mi camino. Mi corto camino, sólo dos cuadras me separaban del lugar donde debía emitir mi sufragio.
La mesa en la que votaba estaba en un segundo piso. Subí rauda las escaleras, doblé a mi izquierda. Había dos filas: una larga y otra mínima. Entonces surgió mi parte andaluza, que es un poco pesimista. Miró, calculó y evaluó el estado de situación. Una vez que hubo sacado su conclusión me miró a los ojos y me dijo: "Seguro que la mesa en la que votás es la que tiene la fila más larga". Pero se equivocó. La suerte esta vez me había favorecido sorprendiéndome gratamente: sólo tenia adelante dos personas.
Las vueltas de la vida, el destino o lo que fuera que sea es curioso, sorprendente y hasta a veces irónico. Tal vez esto les sea difícil de creer, pero el señor que me precedía en la fila, era también el que me precedía en el padrón. Él tenía el número de orden 91 y yo el 92. Nuestra impecable prolijidad fué un hecho que sorprendió a los integrantes de la mesa y fue largamente comentado. Bueno, tampoco pasa mucho…
Aunque no voté en el mismo lugar que en las elecciones pasadas, hubo un denominador común: no había un cuarto oscuro, ni siquiera un cuarto. Nuevamente, y a esta altura de las circunstancias casi podría definirlo como algo karmático, volví a votar en Narnia (esa suerte de armario o biombo tríptico de un feo color gris).
La cuestión es que ayer hemos hecho nuestro debut en las primarias. Fué un tanto accidentado, hubo algunas denuncias, falta de boletas y lamentablemente algún que otro incidente poco deseable.
Felicito a los candidatos por que en general sus discursos fueron componedores. Aunque algunos fueron largos, otros larguísimos y otros interminables, parecía que querían perpetuar ese momento de gloria por siempre jamás. Los festejos fueron variados, hubo emoción, sorpresa de la positiva y de la negativa también, aunque trataron de poner cara de mal disimulo. Hablando de caras, ¿que se hizo la esposa del gobernador de la pcia. de Buenos Aires en el rostro? Pareciera como si la hubieran inflado por dentro, una pena,
Lo positivo para los ansiosos como yo, es que queda una etapa menos para conocer quien regirá nuestros destinos en los próximos cuatro años. El cielo nos asista.