Hoy conmemoramos la muerte de uno de los más grandes hombres de nuestra historia, Don José Francisco de San Martín. Extraña y melancólica cultura la nuestra, se conmemoran las muertes y no se celebra el día en que ese extraordinario ser llegó a este mundo para cumplir su cometido. Esta sería una suerte de biografía no autorizada del Santo de la Espada. A mi manera, obviamente. Nació en Yapeyú, cuando tenía 7 años su familia se trasladó a España. Comenzó su carrera militar sirviendo al ejército Español, pero no dudó en dejarlo todo y volver a su Patria cuando esta lo necesitó. Al principio todos los miraban con recelo, de soslayo, diciendo: "Mmm. este gallego me da mala espina, ¿no será un doble agente? Pero inmediatamente se dieron cuenta que sus sospechas eran infundadas. Su sueño era que su Patria fuera libre y soberana. El primer paso era liberar a Chile y a Perú de los Godos (así llamaba a los Españoles). Pero para eso tenía que cruzar los Andes. El proyecto les pareció a todos por demás descabellado, y nadie le ponía muchas fichas. Tengamos en cuenta que en esa época San Martín no era quien es hoy San Martín. Tampoco se habían inventado las latas, ni el tetra-brik, ni la ropa impermeable, ni botas de nieve, ni el nylon, ni los aviones, ni el GPS, sin mencionar las comunicaciones ni a ENTEL teníamos, entonces ¿cómo llevar a cabo tamaña empresa y sobrevivir en el intento? Supongo que con coraje, valor, determinación y fe en los elementos. En ese momento San Martín no era un prócer modelado en bronce, sino un humano con sueños de libertad, con una meta y mucho valor, pero seguramente con incertidumbres, defectos, debilidades y flaquezas. En definitiva, como cualquiera de nosotros. Y finalmente lo logró, cruzó los Andes y cumplió su sueño de liberar a su Patria. A cambio de ello obtuvo una denuncia por conspirador que lo obligó a exiliarse fuera del país, el mismo país por el que tanto hizo y tanto amó. El no garabateó su página de la historia con un marcador fabricado en China y con poca tinta, sino que fue uno de los hombres que escribió nuestra historia con gloria, honor, con letra pulcra y clara. Un verdadero ejemplo a seguir. Sus restos descansan a un costado de la Catedral de Buenos Aires, no en su interior por que era Masón y ello implica la excomunión y que su cuerpo no pueda descansar en sitios consagrados. En fin, tontos detalles e injustas peculiaridades de las que somos capaces. Lo importante es que grande fue cuando el sol lo alumbraba y más grande a la puesta de él.
Yerga el Ande su cumbre más alta,
dé la mar el metal de su voz
y entre cielos y nieves eternas
se alza el trono del Libertador
Suenen claras trompetas de gloria
y levanten un himno triunfal,
que la luz de la historia agiganta
la figura del Gran Capitán.
De las tierras del Plata a Mendoza,
de Santiago a la Lima gentil
fue sembrando en la ruta laureles
a su paso triunfal, San Martín.
San Martín, el señor de la guerra,
por secreto designio de Dios,
grande fue cuando el sol lo alumbraba
y más grande en la puesta del sol.
¡Padre augusto del pueblo argentino,
héroe magno de la libertad!
A tu sombra la patria se agranda en virtud,
en trabajo y en paz.
¡San Martín!
¡San Martín!
Que tu nombre honra y prez
de los pueblos del sur
aseguren por siempre los rumbos
de la patria que alumbra tu luz.
(Música: Arturo Luzzatti - Letra: Segundo M. Argarañáz)
Besoo.