donde la hoja luce su verdad de enredadera y
la corteza despluma al ave su amarillo de vuelo.
Fue advertida nuestra presencia de unidas voces
en el borde de las copas arbóreas
que desprenden los principios del aromo.
Antes que pisaras la casa
los frutos te pegaron
sus aromas y mi corazón acústico
guardó el canto susurrante de la hoja
como un fuelle afinado templado en mi pecho.
Cuando irrumpían tus pies de tea iluminada
la lámpara solitaria encendía su ojo de abandono/
La casa veía morir sus otroras dolores
mientras el principio del marrón descendía,
amparado en la sombra
de tus mellizas cúpulas de órbita.
El celeste regocijo
bordeó tus hombros de tapiz y
trocó su pintura al habitáculo huésped.
El piso levantaba nuestros pies de arco intacto
como si nunca hubiese sido transitado/
La ventana con licencia entraba el redondo amor,
como un grueso pétalo con voz de soprano,
expresó mi gola su canto tenor,
y la memoria de la pared
tomó foto de nuestras voces de retorno.