Lo imposible
"Remontare un barrilete en esta tempestad"
Divididos
Agitando un pañuelo blanco
transito inocente en medio de la batalla.
Siembro con resquemor una semilla en la lava
y ruego al diablo que deje de hacer maldades.
Busco un hombre libre, y también una mujer.
Atravieso fronteras sin identidad,
o por lo menos, con lo que soy
y llevo en mis manos una flor que intentaré cambiar
por un abrazo del enemigo.
Juego a la escondida contra un detective,
Leo el diario que dice la verdad,
y le hago caso.
En la penumbra que entreabre el tiempo
Se abalanza una figura, una imagen,
Un concierto de dialectos exuberantes
Que almacenan locuras de pasados venideros/
Ahí, ahí nomás…no más.
Allá donde las mañanas sumisas se vuelven palabras
Con errores y aciertos
Pero más con aciertos en periódicos mensuales
Días plomizos de ausencia y misterio
Llueve un nombre de extraño apellido
Golpea la puerta y nadie contesta/
Objetos furiosos que gritan espantados
Queriendo ser inventados, queriendo tener un nombre:
Para tener Justicia y asesinar al hambre.
Allí marcha, el fabricante de fantasmas
Con amores brujos que enloquece a los sanos
Que golpea ideas con un cross a la mandíbula
Y amordaza a los sabihondos del Mundo/
Lleva una mochila en cada hombro
Y en cada una: diálogos furtivos y escaramuzas,
Un tango borracho que grita:
¡No Erdosain! Esa milonga maleva te quiere chorear…
¡Querido Erdosain! Te puede matar el corazón…/
En la sombra perpleja de ese hombre
Los ojos enigmáticos miran hacia algún lugar:
Nadie sabe a dónde, hasta que se oye un tiro.
Queda inmune y arremete en su labor diaria
Una historia que lo crea y lo encomienda al arte/
Es por fin que, entonces,
El hombre de aspecto altivo con sensiblería ardiente
Cierra la puerta para perderse en la oscuridad risueña,
Incierta,
que dejan los que escriben.
Ahora que me conozco
Ahora que me conozco
Sé que han de florecer amores y locuras,
Espantos que el espejo alguna vez regaló.
Ahora que me conozco
Llevarán los muertos trofeos merecidos,
Los vivos beberán de la sed de otros,
Caerán los muros del abismo
Y sembraré utopías sensibles
Para cambiarlas por otras más lejanas.
Ahora que me conozco
Dedicaré un poco, no todo, de mi tiempo
Que a veces nos pertenece
En tratar de conocerte.
Origen ignorado
¿Qué importa si fue Dios
O algún dios
O la naturaleza
O el Bin Bang
O el barro
O el maíz
O la pachamama
O un encuentro furtivo
O la casualidad?
Poco importa conocer
El verdadero origen
De la belleza de una mujer.
Lejos, saberte lejos
Paso a metros de tu casa para creerte más cerca
Y mojas con desprecio los ojos que me vieron/
Puteo un horizonte, mi nostalgia,
La puta nostalgia que esconde lágrimas innecesarias/
Me prometo aislarme, te consuelas sin mí,
Puteo nuevamente la suerte que me robaste/
¿Fortuna es para ti perderme cuando no te he dado nada?
Mis insultos se dirigen a tu casa cuando observo por la ventana
Que otro te abraza, con mi suerte y mi nostalgia.
Canabbilismo
Me abalanzo sobre la rama
De una planta que me desconoce e igual me seduce.
Siento parpadear mis ojos
Como si en ellos hubiera la paranoia de los locos
En los hospicios que el sistema inventa
O en los héroes que escalan edificios
Y no saben para qué.
¡Como si los malhechores no tuvieran refugio!
Se arman revuelos en mi cerebro absurdo
Y ahora veo la realidad,
La que los vecinos de la esquina ignoran
Y por lo bajo murmuran
Este rito hippista
O de planetarios o en parques de piedra.
No más, ya basta de idiotas
Y consumismo europizante.
Mi vida sabe a hierba
Como la estrella que me regala su imagen.
Ars poetiqué
Poca vida te queda
pequeña hoja en blanco.
Desataduras
Nada me ata a tus zapatos
ni a tus ropas que quitaba con precaución,
ni a los dibujos que me prohibiste.
Tampoco las promesas (esas que desilusionan)
ni la locura que te acompaña;
apenas si una canción que lleva tu nombre
y algún que otro cuento
que te tienen de personaje.
Nada me ata a tu sombra
porque nunca me até a ella;
no me atan los paseos por la playa,
por las sierras.
Si hay algo que me amarra
estoy dispuesto a desatarlo,
como este nudo en los ojos,
como las ramas que intentaron nido
o presencias lejanas y sin tiempo.
Quiero desatar las risa del silencio
para dejarlas ir a otras bocas merecedoras.
Quiero desatar mis cordones
de tus pasos inentendibles
y camionos intransitables.
Ya nada me ata a tí mujer,
oscura, descreíble,
salvo este ingenuo recuerdo.
Silueta de gaviota
No mojes tus pies en esa roca resbaladiza,
reposa en la orilla que te vió vencer/
Ríete Alfonsina, ríete a carcajadas,
regocíjate de la suerte de aquel hombre
que no merece siquiera la nostalgia
de ser una oda, un soneto,
un octosílabo de fatalidad/
Quiero que vuelvas Alfonsina,
envuelta en caracolas como deidad de sirena,
que ni la buena de tetis pueda adorte
no estorbar tu dulzura limpia/
Cuéntale al mar tu desdicha,
pero vuelve al cauce que te vió partir
y que cuida tu huella descalza/
Ven Alfonsina, la de tristes versos
y acongojadas rimas,
que las olas harán de coro a tu cántico marino/
Despierta Alfonsina,
vestida de algas y sumergida
en el tiempo de los sin tiempo.
Espera a que una mañana de éstas,
o por la noche quizá, otro hombre llegue a tus brazos
y cuide tu sueño audaz/
Desvélate, silueta de gaviota.
No te internes en el mar pero dale tus palabras
para que su inmensidad te muestre el camino
de regreso/
Vé Alfonsina, mejor vé,
que se haga eterna tu voluntad de amar.
Casi
casi sordo
casi mudo
casi llanto
casi nudo
casi olvido
casi cielo
casi tierra
casi sombra
casi luz
casi sirena
casi arena
casi gardenia
casi telar
casi diosa
casi poema
casi eterno
casi poco
casi amor
casi odio
casi borde
casi aire
casi suelo
casi sueño
casi anzuelo
casi lluvia
casi fuego
casi agua
casi López
casi sólo
casi libro
casi Walsh
casi palabra
casi paz
casi árbol
casi idiota
casi vacío
casi lleno
casi pequeño
casi inmenso
casi todo
casi casi
casi nada
En busca de los versos extraviados
Arriesgo con el filo de los verbos
el movimiento paralelo del aire y mi silencio,
oyendo de a ratos algún desairado gorrión afónico
que sale a escena con el pecho agitado.
Otra vez en esta plaza, en este lugar,
bajo la silueta de un árbol piadoso que me consuela,
que bebe de la fuente y conversa con la gente.
Las campanas preanuncian finales inciertos,
la soledad y la espera de mi tiempo
y quien sabe si la espera de mi Penélope
hilando el telar en algún respaldo de urdimbre,
y creyendo que soy Ulises, el que está buscando.
Ya los verbos se mueren insípidos
y los canjeo por adjetivos,
pobres y vacíos adjetivos que alimentan sustantivos
que tarde o temprano hacen algo, poco y nada.
Quieto y sombreado en este banco
desparramo versos vencidos como yo,
hilvanando presagios que corrompen y sofocan
mis movimientos de poeta.
Realidad
¿Que estoy soñando?
¡Si cierro los ojos y te veo!
El siempre cerca infinito
Detuve el reloj justo antes de despdirte,
tengo, entonces, tu imagen aquí conmigo
en este banco de plaza del que nunca me iré
con el aroma de tu risa que embellece
a toda la naturaleza del lugar.
Detuve el tiempo para que no te vayas,
estando los dos frente a frente
y así consigo que sea para siempre;
aún te veo amanecida en la noche,
escuchando tus delirios en la medialuna deshojada
y tu puñal hiriente que juega con mi dolor.
Detuve mi vida aquel verano, presumido y derrochado,
dejé todo en aquel momento, allí contigo
y he muerto en el futuro, vivo en el pasado
y espero que el presente me sorprenda,
en el infinito.
Soneto del servilismo
Engendro soez de aguafiestas urgiendo espada,
patrón que irrumpe la mateada con grito aireado
escupe veneno, alberga tristeza al obrero,
lo enferma en invierno (vil) y lo explota en verano.
La jactancia depredadora de humanoides es
el emblema por exelencia del testaferro.
Desestima la lucha y apuesta con ego
al precoz mundo de los sin jeta (los mendigos).
Sueños de luciérnagas inagotables suelen
procurar la vigilia a un hechizo inapelable
anunciando frenesí ante lo inesperado y
exigiendo la implacable justicia perpicaz
hunde el pie en la mierda, se deja agobiar cansada
su alma de impunidad sirviendo sangre y balas.
Dolor
No hay recetas ni canciones,
ni caramelos ilegales, ni hierbas,
ni analgésicos ni fármacos
y tampoco tranfusión
que cure el dolor del corazón.
La mala suerte
Ni pata de conejo ni carita feliz,
tampoco el horóscopo que inventa el periódico
ni Horangel, ni la gitana tratando de engañarme.
Esquivo escaleras y cada vez que me pica
meto mi mano en el bolsillo roto.
Trato de pisar soretes de perro con el pie derecho,
llevo pulseras de todos colores
pero un felino oscuro me mira y persigue su marcha,
insolente.
Ya ni el oráculo visito
y el ajo que colgué de adorno
tiene ya olor a rancio, igual que la ruda en el ojal
y el ramillete de albahaca en la oreja.
No hay virgen ni santo, ni decálogo ni oración,
ni talismán ni humadera, no Tótem ni piedra
que cambien la dirección del destino.
Las cábalas se burlan de mi ilusión
cada vez que lanzo los dados.
Ahí viene la mala suerte con todo su esplendor
dispuesta a vencerme como de costumbre.
Arremango mis intenciones y la enfrento
con la esperanza de, al menos, forjar un empate.
Otrora yo
Hay otro que se levanta y escupe blasfemias,
putea al santo de turno y tropieza.
Pero yo, que ahora soy yo, me dejo llevar
por unas páginas o cuerdos desafinadas.
Yo creo un personaje, el otro le da vida.
Yo invento revoluciones, el otro quiere tomar las armas.
Hay veces en que me convierto en el otro
y ahí se me escurren de la boca ciertas sonrisas:
levanto la voz y atento contra el destino.
Yo dejo cuentos inconclusos, guardo una imagen del Robi
y sueño con alcanzar el podio.
El otro, que por momentos sale de mí, se revira
tuerce el tiempo y comete sacrilegios inauditos.
Cuando vuelvo sobre mí la cosa cambia:
elijo la pilcha, cuido las plantas
y beso, como aire fresco, la boca de mi amada.
Pero puteo, entonces ya me dejo engrupir
(y ojo que no es ni ciclotimia ni bipolaridad)
y desde lo alto de mi cielo, tomo aire
y pego un alarido parecido al de la libertad.
No sé cuál de los dos es libre.