Mis dedos se deslizan presurosos el teclado, lo hacen con la precisión de un cirujano. Los observo detenidamente y no alcanzo a ver la letra que presionan, tienen voluntad propia, están como poseídos. Ignoro quien los hace mover tan presurosos, desconozco si es mi inspiración o mi ira. Ambas estaban librando una contienda dentro de mí, y no tengo idea de quien ganará la compulsa. Epílogo: Hace tres días que espero y desespero por el Inspector de la empresa MetroGAS. El martes teníamos una cita, un compromiso. El debía venir, y no vino. Lo esperé infructuosamente. No se dieron razones, ni excusas. No hubo nada, sólo su imperdonable ausencia. Una fría y muda inasistencia fue lo que obtuve como premio a mi tesón y paciencia. Todo quedó flotando en el aire, esperando que se diluyera, bifurcara, desapareciera cualquier rastro y se olvidara. Tomó la misma actitud que tomaría el cobarde que quiere salir de una relación que lo agobia y no se anima a decirlo de frente. Pero conmigo no, Inspector Incumplidor. A mi me va a mirar de frente, a los ojos y me lo va a decir en la cara sosteniéndome la mirada. Va a tener que hacerse cargo de su incomparescencia. No voy a permitir que lo haga de otra manera, a su manera. Me lo he ganado, hace casi un año que espero pacientemente (o algo así) a ser reconectada. Capítulo III Y la ira le ganó a la inspiración: No entiendo los misteriosos e insondables caminos que trazan las empresas, para ser transitados por sus usuarios y/o clientes de la manera más trabajosa y complicada posible. Sus políticas y procedimientos rayan en la incoherencia a veces total otras parcial,y en la sobreabundancia burocrática. Si pudiera hablar con algún representante de la empresa que no tuviera puesto un CD con una contestación de lo más tonta, que no resiste el menor análisis, le haría los siguientes cuestionamientos: Si el Inspector designado no pudo venir el día martes porque no hizo a tiempo, entonces: 1) ¿ Por qué se fijan más visitas de las que puede cumplir? 2) ¿Por qué no puede continuar con su itinerario del día anterior, y asÍ cumplir con las visitas pactadas? 3) ¿Por qué tengo que ser yo la que debe solicitar una nueva visita, y no ellos, que fueron los responsables del incumplimiento? 4) ¿Por qué hacen todo tan difícil y tardan tanto tiempo para todo? Estas son algunas de las miles de preguntas que en este momento acuden a mi cabeza, queriendo figurar en esta lista por considerarse prioritarias. Pero no quiero aburrirlos, no quiero aburrirlos más. Estas son las cosas que me enojan de nuestras Empresas Privatizadas. Lo curioso es la dicotomía que se puede observar en ellas, si bien las tarifas son tÍpicamente de Empresas Privadas, se empeñan en conservar a capa y espada el razonamiento, corazón y alma de las Empresas Públicas. Francamente no entiendo sus conductas, esto me enoja y hasta me enemista conmigo misma, y es en ese momento cuando para callarme y sorprenderme a mi misma me pregunto ¿por qué no entendés? ¿Qué es lo que no entendés? Entonces me contesto: Es verdad, esta es la misma empresa que matriculó a Hugo, mi poco habilidoso gasista. Es la misma que lo facultó para actuar como tal y le dió vía libre para hacer todos sus desaguisados. Claro, ahora todo cierra… Besooo