hubiese que quemarle las manos
quitearle los ojos y enterralos bajo tierra
abrirle el pecho para mostarle al alma la luz de dios
ponerle el corazon sobre el azucar del amor,
va digo amor; si es que le queda una poco a ese pobre animal,
hubiese que hogarlo con la sangre de mi hija
y humedeserle la boca con lagrima de sangre por la media noche
mientras una voz pequeña le hable al oido,
que se retuersa de llanto toda una eternidad.
cuantos lobos tendria que despedasarle la carne
cuantos clavos en el hueco de la mano
cuantas tubas sin tapa de marmol
para que un cuervo le muerda hasta en la muerte
y verle el cadaber abierto
y verle con gusanos
"cuntas espinas debiesen clavarle en la cabeza,
para que se apiede de mi hijita Candela".