Érase una vez un hombre y una casa

Érase una vez que se era un hombre que estaba muy triste. El hombre estaba triste porque no vivía en un sitio que le hiciera feliz: era feo, pequeño y estaba lleno de suciedad. Además, el hombre se sentía solo porque no tenía una novia ni tampoco había podido formar una familia; por eso, el hombre iba a menudo a visitar a su hermana, que tenía tres hijos preciosos, sus sobrinos; esos tres niños iluminaban el semblante del hombre y había ocasiones en las que ni siquiera parecía triste, sino que estaba radiante como el sol. Al hombre también le gustaba dónde vivían: una casa grande, espaciosa y rodeada de naturaleza.

Esa noche, el hombre se quedó a dormir y aprovechó para contarles a sus sobrinos el cuento de los tres cerditos. A sus sobrinos les encantaba porque, cuando su tío lo contaba, llegaba a parecer un niño más, igual que ellos. Pero todos eran aún demasiado pequeños para notar su tristeza: el hombre simpatizaba siempre con el cerdito de la casa de madera, porque al hombre le encantaban, le encantan y siempre le encantarán las casas de madera. Un día, el hombre tomó una decisión: buscaría un leñador que construyera bonitas casas de madera y haría realidad su sueño.

¿Os ha gustado? A mí no, la verdad, estoy más idiota que un cantante de ópera rapeando y por eso me acaba de salir esta cursilada. Pero bueno, lo que cuento es verdad: me gusta la casa de madera y quiero comprarme una, así que me he pasado un año entero ahorrando solo para eso, para mudarme al campo. Por suerte he encontrado, vale, no un leñador, pero sí una página web. Y aquí, en esta página, en este lugar, juro que conseguiré mi casa. Visitar la web fue una magnífica idea; probablemente mucho mejor que el tostón de cuento que os acabo de hacer tragar.