Hace algún tiempo se me ocurrió una metáfora que expresa muy bien lo que las tecnologías de la información y comunicación (TIC) han producido en la educación contemporánea: la del "diluvio comunicacional".
Apenas tres décadas atrás, la información, el conocimiento científico y el conocimiento tecnológico estaban lejos del alcance de niños y adolescentes, y muchas veces, también, lejos del alcance directo de sus propios docentes. Las universidades y todas las instituciones educativas formales tenían una "llave de agua" (de información y conocimiento) que podían administrar casi a voluntad. Todos los alumnos debían mojarse, y el maestro, con su habilidad, debía lograr que cada quien se mojara y bebiera poco a poco, y nunca más de lo necesario. La idea era lograr que los alumnos se mantuvieran siempre con un nivel óptimo de humedad en la piel, y que bebieran lo que pudieran sin atorarse ni ahogarse.
De pronto, sobrevino la gran inundación que, a manera de un nuevo diluvio -esta vez global-, hizo estallar todas las llaves y tuberías, y nos arrastró a todos con ella. Estamos inundados de información, y ya no es posible administrar el agua como lo hacíamos antes. Ya no podemos pretender que niños y jóvenes acudan a estas instituciones a aprender a mojarse la piel y a beber del manantial del saber que administrábamos los docentes. Ahora debemos enseñarles a mantenerse a flote para poder respirar y no morir ahogados, a nadar para no dejarse arrastrar por la corriente y a sobrevivir en un medio acuático.