El cartero me hizo reflexionar sobre envíos

Hay una película que me encanta, pero a la mayoría de gente no; y estoy hablando de El cartero. Para aquellos que no sepan a cuál me estoy refiriendo, se trata de una fantasía postapocalíptica protagonizada por Kevin Costner; y a grandes rasgos, podría resumirse en que un cartero, que además acaba siéndolo de forma involuntaria, trae de nuevo la esperanza a un mundo incomunicado y en decadencia. Nunca me canso de verla; quizá porque la primera vez que la vi fue en mi infancia, y ya se sabe: las películas que se ven cuando eres niño siempre tienen un lugar destacado en tu corazón... Qué cursi me ha quedado.

Lo curioso es que, a pesar de que he visto esa película mil veces, fue ayer cuando, digámoslo así, la redescurí; hasta el punto de que me pasé las horas posteriores reflexionando sobre el servicio postal y sobre el envío de paquetes, en general. Es curioso, ¿verdad? La gente cree que, sobre todo, dependemos de la electricidad y de internet; pero yo creo que no. Es cierto que son medios que nos han hecho la vida mucho más fácil, pero, si nos quedásemos sin ellos, sobre todo tendríamos miedo de la incomunicación. Si existe la comunicación tradicional, o sea, enviar cartas y enviar paquetes, se puede sobrevivir. Si no existe, no.

Por ejemplo, el mes pasado decidí enviar un paquete FedEx, de los más rápidos y fiables que hay ahora mismo. De la persona a la que se lo envié no tenía ni su teléfono ni su email, pero su dirección me salvó la vida. Por mucho que nos quedemos sin una dirección de correo electrónico o sin teléfono móvil, siempre estaremos físicamente en algún lugar; y eso es todo lo que hace falta para que se produzca la comunicación. Creo que me he hecho un lío, pero bueno, espero que se me haya entendido.